Durante el estudio y lectura de la obra La Amistad Espiritual de Elredo del Rieval como consecuencia de un interés personal hace ya algunos años, surgieron algunas de las preguntas que se plantean en el trabajo y que puede leerse en las siguientes páginas. En el actual momento histórico en el que las relaciones personales se modifican y pierden sus referencias tradicionales tanto en su significado como en su praxis, las enseñanzas del abad de Rieval ofrecen una guía que, sin ser novedosa, son plenamente actuales y gana en valor, otorgando una referencia cristiana para el crecimiento espiritual con similitudes muy acuciadas con el estilo llamado acompañamiento no directivo. Esta idea, que surgió con anterioridad a los estudios que van asociados a la realización de este trabajo, encontraron la posibilidad de materializarse en el mismo, surgiendo en el planteamiento otras líneas temáticas que trataré de desarrollar a continuación.

En la Europa Medieval de la postrimería del siglo IX, el estamento nobiliario disfruta de derechos sobre la organización política y económica de los monasterios, beneficiando los señores feudales a aquellas abadías que les favorecen de algún modo. Las abadías están así intervenidas por el poder feudal que se reserva el derecho de nombrar abades a su antojo, sin que estas elecciones se correspondan con criterios religiosos o espirituales, sino que se adecuan a los intereses políticos de cada señor. Frente a la decadencia moral que supone esta gestión mediada por los nobles feudales, surge la reforma cluniacense, que pretende una restauración de la oración, el estudio y la vida para los monjes, frente a un embrutecimiento por un excesivo trabajo manual, esto en cuanto a la vida interna de los monasterios. Pero la reforma cluniacense implica también la concepción de una Iglesia muy centralizada y sin intrusismos o manipulaciones de los estamentos nobiliarios. Esta reforma que alcanzaría su máximo esplendor a lo largo del siglo XI, empezaría a decaer cuando dicha centralización entra en conflicto con los intereses políticos del Papado Romano, y el celo por la oración y el trabajo intelectual decaiga en ociosidad y la relajación de las normas de la regla.

En este panorama y frente a la orden cluniacense, (que pretendía paliar estos excesos y que comienza a entrar en un claro declive), nace cierta inquietud espiritual unida a la necesidad de recuperar los principios de la vida monástica promulgados por la Regla de San Benito en su forma original: humildad, oración, pobreza y trabajo manual, el ora et labora se regenera entre los monjes y clérigos de los centros religiosos con una nueva perspectiva que inaugura la teología mística frente al ascetismo cluniacense. La extravagancia alcanzada por Cluny hizo sentir a muchos religiosos que era necesaria una reforma en la Iglesia que volviera a los principios fundamentales de la Regla de San Benito, ya que estos eran interpretados y observados de forma muy relajada.

Dicha inquietud se materializa en la decisión de Roberto de Molesmes al fundar un monasterio en 1098, en el que los monjes debían observar estrictamente la Regla de San Benito, volviendo al trabajo manual, a la oración y a la práctica de la caridad, lejos de las relajadas interpretaciones de Cluny. Pero el Císter que inicia Roberto, tendrá su máximo apogeo en el siglo XII, con la figura de San Bernardo de Claraval al que se le atribuye la promoción y fundación de más de 330 monasterios dentro de lo que se llamará Orden Cisterciense de la Estricta Observancia o trapense. La constitución de la orden culminará en 1119 con la redacción de la Carta Caritatis por parte de Esteban Harding, documento en el que se institucionalizaran las normas que han de regir en un monasterio cisterciense.

Se introduce así, en el siglo XII un movimiento reformador en el seno de la Iglesia en el que se trata de volver a los principios más puros de San Benito, la humildad, la caridad y la pobreza. Entre el hastío por los excesos de Cluny y el nuevo y renovador impulso del Císter se producirá una sucesión tanto del poder como de la influencia política en la que paulatinamente se impondrá la actitud cisterciense.